por si acaso os lia, en el libro que he escrito hay un triple espacio entre esta parte y la anterior, como dando a entender que es un salto espacial.
La mañana se exhibía tranquila en Buenos aires, aún así, las abundantes masas de frío polar que habían caído en los últimos cinco veranos sobre la ciudad, provocaban grandes problemas desde el casco antiguo hasta la periferia de la urbanización, incluyendo de igual manera los campos y cultivos que se encontraban en las afueras de la misma. No se sabía con exactitud el porqué de lo ocurrido pero en ese periodo no había caído una gota sobre la ciudad, a excepción de dos tormentas que dejaron a su paso grandes inundaciones. Una ocurrió en enero del 2047 y la otra en noviembre de ese mismo año; entre los dos fenómenos murieron ahogadas ocho personas, a saber: cuatro ancianos, un bebé, dos chiquillos de unos diez años cada uno y una mujer embarazada de cinco meses; y aplastadas por el derrumbe de casas fallecieron otras cinco personas. Contando los demás daños causados por dichas tormentas indistintamente, tanto en daños materiales como en físicos o psicológicos, se puede observar la monstruosidad de la meteorología en la zona, lo que mantenía en vilo a toda la población.
Con una temperatura de 6ºC bajo cero, se acurrucaba la ciudad en su propia manta, causa de la polución de los automóviles, fábricas y demás contaminantes atmosféricos que evitaban con exigüidad una brusca bajada de las temperaturas. El copioso ir y venir de tráfico matinal mostraba que, aún con los bajos valores que marcaba el mercurio del termómetro, el oficio seguía siendo para la mayoría de los ciudadanos mucho más importante. Los coches no tardaron en producir el embotellamiento de las ocho de la mañana apropiado para los días de entre semana. Los semáforos, policías y señales de tráfico hacían lo posible por sosegar el tránsito del casco antiguo, lugar donde se concentraban, junto con monumentos, iglesias y adornos urbanos, las grandes empresas y edificaciones concentradas en el negocio.
Ajena a todo ese desconcierto masivo y con ideas en la cabeza de grandes paraísos tropicales, así como de vehementes historias de amor, dormía Guadalupe; una chica de 17 años que estudiaba geografía por el conocimiento de su abuelo. La muchacha no había estado nunca en una escuela ni conocía el significado de la palabra examen, su abuelo, Rogelio, le enseñó a escribir, leer, componer historias a través de su imaginación de igual modo que le mostró las sustanciales materias de filosofía, geografía, ecología, inglés, español y portugués. Rogelio creía que la educación a través del estado iba a dotar a su nieta de absurdas, según su criterio, ideas políticas, así que prefirió educar a Guadalupe a través de sus conocimientos. El padre de la chica había fallecido en un accidente laboral, supuestamente: pasaba por una época de su vida un tanto preocupante; se acababa de divorciar de su mujer, un par de semanas después presenció la muerte de su madre y del único hermano que le quedaba casi al unísono y por todo ello tomó la iniciativa de suicidarse traspasándose el cuerpo con una motosierra. Pasó a la otra vida dejando a Rogelio un recado que le ocupó todos los minutos de su existencia desde que murió su hijo, el cuidar de Guadalupe como a su propia vida y ofrecerle todos los mimos y cuidados que deseara.
Así lo hizo el pobre anciano quien, sin tener el privilegio de protestar a un espectro, tuvo que mantener a la chiquilla mediante sus bienes propios.
Cuando despertó, lo hizo deleitada por el canto de colibríes y gorriones que esperaban encontrar su libertad encerrados en cuatro jaulas de alambre de cobre. Se incorporó para desvestirse del pijama y envolverse posteriormente con un chándal rojo que acrecentaba sus mamas, tras lo cual se preparó para salir en bicicleta a dar una vuelta a través del campo con su amigo Joaquín; el cual había dejado la escuela para presentarse como un nuevo candidato en el mundo laboral, en el que, hasta el momento, no había conseguido una buena oportunidad de empleo.
Los dos atravesaron el laberinto de callejuelas con imperiosos monstruos de aluminio así como de desquiciadas personas que corrían más que caminaban y sin tener tiempo ni de pensar en su propio bienestar, hasta adentrarse, mediante un camino de tierra seca, en el campo.
Tenían la intención de llegar a una cabaña situada en la orilla de un pequeño lago temporal que en el momento se encontraba sin materia líquida para embellecer el paisaje. La caseta estaba construida con madera de pino para mezclarse con el entorno natural de su alrededor, quedaba un poco destruida, ya que desde su levantamiento no fue reedificada; las llaves del alojamiento pasaron a manos de Joaquín por sorteo, dado que la familia constaba de siete hermanos y todos deseaban el lugar. Después de dejar las bicicletas estacionadas en la verja del jardín, se instalaron por unas horas en el lugar. Al lado de una hoguera que consiguieron prender con unas cerillas charlaron tranquilamente entablando entre ellos una conversación que, a medida que crecía, acogía formas más cercanas.
domingo, 14 de diciembre de 2008
lunes, 1 de diciembre de 2008
Capítulo 1: 1ª.2 parte
Pues aqui os dejo el final de la primera parte de este capítulo, espero que os guste, gracias a Ana por el comentario (lo tendré muy en cuenta), aunque me tienes que decir dónde te puedo contestar...
-¡Quién anda ahí!
-No pegues esos gritos, bestia, se nota que te espera la mili a la vuelta de la esquina. Parece mentira que tengas 17 años- la voz pertenecía a una chica a la que la edad no le sobrepasaba los 20 que parecía encubrir algo por el hecho de que vocalizaba armoniosa y tímidamente.
-No tengo 17 años, ya voy a cumplir los 18, la semana que viene... y, espero que me tengas preparada alguna sorpresita ¿no?.
-No te hagas muchas ilusiones, que nuestro aniversario no es hasta Septiembre. Además, tú no me regalaste a mí nada en mi cumpleaños. ¿O ya no te acuerdas?. Pero el asunto no es ese; te llamo por lo de la fiesta en la cochera de Vicki, se ha aplazado hasta el miércoles que viene, el día antes de tu cumple.
-Eso quiere decir que esa noche vamos a hacer el...
-¡Silencio imbécil!. Que me pueden escuchar mis padres y tú sabes que yo no los he puesto al día hasta el momento. No me gusta hacer de espía, pero te informo de que están ocurriendo cosas muy preocupantes a escala atmosférica, es lo que he podido sacar del boletín de meteorología de mi padre; más tarde te explico. Bueno, que te lo pases bien; luego te veo.
El mensaje de la chica pareció entusiasmarle, el interés que mostraba el adolescente por la meteorología y la naturaleza sólo lo presentaba de igual manera por las fiestas y la música. Carlos agarró su gorra firmada por el trío de rock Blink 183, grupo que poseía dicha designación para hacer referencia a otro terceto con el mismo estilo al que le tenían mucho aprecio: Blink 182; la consiguió gracias a su primo de Buenos Aires (el cual había presenciado en vivo dos conciertos de la banda), y se la colocó con la visera asentada a la derecha de su cabellera, como solía hacer cuando estaba contento ya que esa postura de la gorra le proporcionaba la fuerza que su enclenque cuerpo no le permitía demostrar.
Con una camiseta de mangas con tirantes y bastante pegada al cuerpo para la pobre apariencia que tenía que mostrar, dado que se desvelaban tras la prenda la silueta de las costillas, omoplatos y vértebras de la columna vertebral, y un pantalón vaquero desteñido y demasiado ancho, ya que se podía percibir tras la camiseta semitransparente unos calzoncillos de color azul marino de latiguillo elástico, bajó las escaleras de su casa de dos en dos prestando caso omiso a las rogativas de su madre sobre no rehollar en el suelo fregado de la casa. Laura, tuvo a Carlos en una situación un tanto extravagante para tratarse de un parto prematuro; se encontraba a bordo de un avión espanair, compañía de tráfico aéreo español, cuando rompió aguas. Supuestamente el parto tenía fecha límite para mediados de Agosto, pero se adelantó al mes de junio, el 24 para ser exactos. Allí, en pleno vuelo y con la atónita mirada de los pasajeros concibió al chiquillo; ni su marido ni sus familiares se encontraban en el avión con ella, por lo que tuvo que parir sola si se excluye la ayuda casual de un doctor que se encontraba en aquel trayecto. Los pocos adolescentes que disfrutaban, casi a pleno rendimiento, del vuelo se aprovechaban de la situación para observar las intimidades de Laura. La mujer no se atrevió a subir, desde aquel momento, en un avión más, prefería recorrer las largas distancias montada en un tren. Aún así no se arrepiente de la impactante manera en la que tuvo a su hijo, es más, lo contaba de vez en cuando con una caprichosa sonrisa en su cara en forma de anécdota.
La jornada, a pesar de ser lluviosa y ventada, no daba señales del mes al que pertenecía, Junio; en el cual era extraño que el bochornoso calor no se mostrara en apariencia al sur de la península Ibérica. Aún así, hacía ya seis días que no cesaba de llover en ningún instante de ellos, las extrañas precipitaciones dimanaban de una gran baja presión asentada en la zona septentrional de las islas Maldivas que no cesaba de mandar activos y grandes frentes en estructura de tormenta hacia los países del este de Europa. Sin saber cómo, ni los meteorólogos daban irrefutables hipótesis acerca de los hechos, las masas de aire habían permutado su trayectoria haciendo que llegaran intensos temporales a zonas previamente desérticas y succionadoras sequías en lugares amazónicos, llenos de vida y acostumbrados a la abundante agua.
Velozmente se manifestó en la retraída calle con un paraguas de enormes hendiduras en el que la impermeabilidad resultaba ser un término relativo. El viento, además, impulsaba a las gotas de agua hacia las extremidades inferiores del chico provocando que del pantalón del mismo emanaran veraces torrentes de agua. A todo eso había que incrementar la elevada pendiente de la calle que, a contracorriente del desplazamiento del viento resultaba mucho más arduo el ascenso.
Alguien le nombró, aunque, a causa del alboroto protagonizado por esos dos factores que parecían infalibles en aquel día, no pudo estar en autos de quién le había llamado hasta que éste dio el tercer toque.
Era Paco, su amigo de infancia, el cual se descubría sentado en un coche que quedaba aparcado a la derecha de la calle. Éste le incitó a sentarse en el Renault Meganne del que disponía para acercarlo hacia donde quisiera ir. Paco era un chico de padres analfabetos y pobres, dotes heredados por el adolescente, que sin dudar, resultaría como un orangután en una ciudad en el contexto de una conferencia. La ropa que llevaba estaba desgarrada y sucia; amplios manchones de pintura se extendían por la camiseta y agujeros situados en lugares prohibidos daban a la luz los secretos ocultos del muchacho. Una peculiaridad del chico era la manía que tenía de no ponerse ropa interior, la aclaración que siempre daba era la de “me resulta más cómodo estar de esta manera que con un huevo aplastado”.
-¿Cómo te va, tío?. Como no me has avisado que habías vuelto de Baleares no he podido venir a visitarte.
-Po la verdá ej que no tengo muxo de lo que hablá, tronco. No me podío bañá pojque el mar taba mu revuelto y encima el viento kacía era terrible- el baldío vocabulario de Paco le resultaba un poco chocante. A veces le parecía imposible adivinar lo que quería decir, pero como en inusuales ocasiones lo que sostenía resultaba ser algo importante, ignoraba aquellos vocablos de difícil entendimiento- ¿Onde quiere jir?.
-Llévame a casa de mi novia. Tengo que hablar con ella sobre algo; no sé exactamente lo que me ha querido decir por teléfono, pero parecía muy preocupada.-Arrancando el vuga hacia la mierda- contestó Paco. Carlos no sabía si poner cara de “efectivamente” o de “¿qué has dicho?”; se limitó a no poner ninguna expresión y llevarle la corriente.
-¡Quién anda ahí!
-No pegues esos gritos, bestia, se nota que te espera la mili a la vuelta de la esquina. Parece mentira que tengas 17 años- la voz pertenecía a una chica a la que la edad no le sobrepasaba los 20 que parecía encubrir algo por el hecho de que vocalizaba armoniosa y tímidamente.
-No tengo 17 años, ya voy a cumplir los 18, la semana que viene... y, espero que me tengas preparada alguna sorpresita ¿no?.
-No te hagas muchas ilusiones, que nuestro aniversario no es hasta Septiembre. Además, tú no me regalaste a mí nada en mi cumpleaños. ¿O ya no te acuerdas?. Pero el asunto no es ese; te llamo por lo de la fiesta en la cochera de Vicki, se ha aplazado hasta el miércoles que viene, el día antes de tu cumple.
-Eso quiere decir que esa noche vamos a hacer el...
-¡Silencio imbécil!. Que me pueden escuchar mis padres y tú sabes que yo no los he puesto al día hasta el momento. No me gusta hacer de espía, pero te informo de que están ocurriendo cosas muy preocupantes a escala atmosférica, es lo que he podido sacar del boletín de meteorología de mi padre; más tarde te explico. Bueno, que te lo pases bien; luego te veo.
El mensaje de la chica pareció entusiasmarle, el interés que mostraba el adolescente por la meteorología y la naturaleza sólo lo presentaba de igual manera por las fiestas y la música. Carlos agarró su gorra firmada por el trío de rock Blink 183, grupo que poseía dicha designación para hacer referencia a otro terceto con el mismo estilo al que le tenían mucho aprecio: Blink 182; la consiguió gracias a su primo de Buenos Aires (el cual había presenciado en vivo dos conciertos de la banda), y se la colocó con la visera asentada a la derecha de su cabellera, como solía hacer cuando estaba contento ya que esa postura de la gorra le proporcionaba la fuerza que su enclenque cuerpo no le permitía demostrar.
Con una camiseta de mangas con tirantes y bastante pegada al cuerpo para la pobre apariencia que tenía que mostrar, dado que se desvelaban tras la prenda la silueta de las costillas, omoplatos y vértebras de la columna vertebral, y un pantalón vaquero desteñido y demasiado ancho, ya que se podía percibir tras la camiseta semitransparente unos calzoncillos de color azul marino de latiguillo elástico, bajó las escaleras de su casa de dos en dos prestando caso omiso a las rogativas de su madre sobre no rehollar en el suelo fregado de la casa. Laura, tuvo a Carlos en una situación un tanto extravagante para tratarse de un parto prematuro; se encontraba a bordo de un avión espanair, compañía de tráfico aéreo español, cuando rompió aguas. Supuestamente el parto tenía fecha límite para mediados de Agosto, pero se adelantó al mes de junio, el 24 para ser exactos. Allí, en pleno vuelo y con la atónita mirada de los pasajeros concibió al chiquillo; ni su marido ni sus familiares se encontraban en el avión con ella, por lo que tuvo que parir sola si se excluye la ayuda casual de un doctor que se encontraba en aquel trayecto. Los pocos adolescentes que disfrutaban, casi a pleno rendimiento, del vuelo se aprovechaban de la situación para observar las intimidades de Laura. La mujer no se atrevió a subir, desde aquel momento, en un avión más, prefería recorrer las largas distancias montada en un tren. Aún así no se arrepiente de la impactante manera en la que tuvo a su hijo, es más, lo contaba de vez en cuando con una caprichosa sonrisa en su cara en forma de anécdota.
La jornada, a pesar de ser lluviosa y ventada, no daba señales del mes al que pertenecía, Junio; en el cual era extraño que el bochornoso calor no se mostrara en apariencia al sur de la península Ibérica. Aún así, hacía ya seis días que no cesaba de llover en ningún instante de ellos, las extrañas precipitaciones dimanaban de una gran baja presión asentada en la zona septentrional de las islas Maldivas que no cesaba de mandar activos y grandes frentes en estructura de tormenta hacia los países del este de Europa. Sin saber cómo, ni los meteorólogos daban irrefutables hipótesis acerca de los hechos, las masas de aire habían permutado su trayectoria haciendo que llegaran intensos temporales a zonas previamente desérticas y succionadoras sequías en lugares amazónicos, llenos de vida y acostumbrados a la abundante agua.
Velozmente se manifestó en la retraída calle con un paraguas de enormes hendiduras en el que la impermeabilidad resultaba ser un término relativo. El viento, además, impulsaba a las gotas de agua hacia las extremidades inferiores del chico provocando que del pantalón del mismo emanaran veraces torrentes de agua. A todo eso había que incrementar la elevada pendiente de la calle que, a contracorriente del desplazamiento del viento resultaba mucho más arduo el ascenso.
Alguien le nombró, aunque, a causa del alboroto protagonizado por esos dos factores que parecían infalibles en aquel día, no pudo estar en autos de quién le había llamado hasta que éste dio el tercer toque.
Era Paco, su amigo de infancia, el cual se descubría sentado en un coche que quedaba aparcado a la derecha de la calle. Éste le incitó a sentarse en el Renault Meganne del que disponía para acercarlo hacia donde quisiera ir. Paco era un chico de padres analfabetos y pobres, dotes heredados por el adolescente, que sin dudar, resultaría como un orangután en una ciudad en el contexto de una conferencia. La ropa que llevaba estaba desgarrada y sucia; amplios manchones de pintura se extendían por la camiseta y agujeros situados en lugares prohibidos daban a la luz los secretos ocultos del muchacho. Una peculiaridad del chico era la manía que tenía de no ponerse ropa interior, la aclaración que siempre daba era la de “me resulta más cómodo estar de esta manera que con un huevo aplastado”.
-¿Cómo te va, tío?. Como no me has avisado que habías vuelto de Baleares no he podido venir a visitarte.
-Po la verdá ej que no tengo muxo de lo que hablá, tronco. No me podío bañá pojque el mar taba mu revuelto y encima el viento kacía era terrible- el baldío vocabulario de Paco le resultaba un poco chocante. A veces le parecía imposible adivinar lo que quería decir, pero como en inusuales ocasiones lo que sostenía resultaba ser algo importante, ignoraba aquellos vocablos de difícil entendimiento- ¿Onde quiere jir?.
-Llévame a casa de mi novia. Tengo que hablar con ella sobre algo; no sé exactamente lo que me ha querido decir por teléfono, pero parecía muy preocupada.-Arrancando el vuga hacia la mierda- contestó Paco. Carlos no sabía si poner cara de “efectivamente” o de “¿qué has dicho?”; se limitó a no poner ninguna expresión y llevarle la corriente.
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